A pesar de cualquier distancia, el espíritu salta por encima de todo
límite y nos lleva adonde nuestro corazón prefiere. Redescubrir el desierto y
la oración profunda comporta trascender, a cada paso, las fronteras que se
levantan y que parece que obligan a no volar... Volviendo al corazón
descubrimos esa "apertura" escondida que no se deja conquistar al
primer intento. El cielo está abierto y no lo advertimos... Es hora de
descender al corazón para conquistar esas alturas insospechadas que tanto ansía
el alma... Es la ocasión, como siempre aquí y ahora ■ Ermitaño urbano