Haz, Señor, que, cuando el dolor
llame a mi puerta,
no lo mire nunca como un castigo
que Tú me envías,
sino como una oportunidad que me brindas
de poderte demostrar que te amo de verdad
y que soy consciente de que Tú me amas
a pesar de todo.
Que el dolor, Señor,
me haga cada vez más maduro,
que me haga más comprensivo con los demás,
que me haga más amable y más humano.
Que, cuando venga el dolor,
lejos de rebelarme contra Ti,
sepa ofrecértelo y repartir amor y paz
a todos los que me rodean.
Te había pedido, Señor, fuerza para triunfar.
Tú me has dado flaqueza
para que aprenda a obedecer con humildad.
Te había pedido salud
para realizar grandes empresas.
Me has dado enfermedad
para hacer cosas mejores.
Deseé la riqueza para llegar a ser dichoso.
Me has dado pobreza para alcanzar sabiduría.
Quise tener poder
para ser apreciado de los hombres.
Me concediste debilidad
para que llegara a tener deseos de Ti.
Pedí una compañera para no vivir solo.
Me diste un corazón
para que pudiera amar a todos los hombres.
Anhelaba cosas que pudieran alegrar mi vida
y me diste vida para que pudiera gozar
de todas las cosas.
No tengo nada de lo que te he pedido,
pero he recibido todo lo que había esperado.
Porque, sin darme cuenta,
mis plegarias han sido escuchadas
y yo soy, entre todos los hombres, el más rico ■
Grabado en una plancha de bronce en el jardin del Rusk
Institute of Rehabilitation (Nueva YOrk)
...
la fotografia es reciente; son los padres de un entrable amigo;
querido lector, tú que entras y lees éstas líneas, hazme un favror: eleva tu corazón en oración por el sacerdote que ésto escribe, y por éstos amigos mios.