El
Ángel, mi Señor, trae la palma
de
parte de quien puso el Paraíso:
Levántate,
María, Virgen Madre,
recíbela
en tus manos, que es mi signo.
Llegaba
el fin, el suave tránsito,
y
vino a acompañarla el mismo Hijo;
ya
juntos la rodean los Apóstoles,
la
Iglesia amante muestra su cariño.
María
está tendida sobre el lecho,
bendice
al Creador que la bendijo;
el
alma entonces, pura, se desprende
y
en manos de Miguel la pone Cristo.
Reposa
el cuerpo santo, espera el tiempo
en
una roca, cual Jesús, dormido,
tesoro
preciosísimo yacente
al
lado del Jardín de los Olivos.
Los
ángeles vinieron, adoraron,
tomaron
aquel cuerpo, altar divino,
al
Árbol de la Vida lo llevaron,
y
el alma con el cuerpo allí están vivos.
¡Oh
Dios de nuestros Padres, Dios clemente,
que
hiciste con María el gran prodigio,
por
causa de ella, Madre de salvados,
eternamente,
oh Dios, te bendecimos! Amén.
■ Rufino María Grández, Himnario de la Virgen María.
Ciclo anual de celebraciones de la Virgen en la Liturgia de las Horas. Burlada,
Curia provincial de Capuchinos 1989. Música: Fidel Aizpurúa, pp. 120-123.