Nada más inmediato y posible que la adhesión profunda del corazón. En un
solo instante puedes salir de los estrechos límites que te ahogan para hallarte
bajo el cielo abierto y azul, más arriba y en el destino más insospechado.
Quiérelo con toda el alma, acepta la invitación y la vocación de Dios,
acogiendo su gracia y, ante todo, disponiéndote para recibirlo a Él mismo... Es
un instante, es el instante, ese presente único, que se te brinda y que
acogerás con entera confianza. Quien confía es, al mismo tiempo, generoso. No
hay generosidad sin confianza. Y quien se arroja de esta manera cae siempre en
el Corazón de Dios. Muchos se detienen y por eso no llegan jamás. Se detienen
en esas "burocracias" que multiplica la "inseguridad"
humana, del brazo de escrúpulos que el enemigo favorece para cortar y romper.
Es ese que siempre dice que "no". Dios, en cambio, te invita y Él
mismo te levanta y te lleva. No temas el desierto. Deja consideraciones y
dependencias sin sentido. Tu corazón ha de latir en libertad para Dios. Aquí y
ahora ■ un ermitaño urbano