En la mesa del Señor
el pobre es un distinguido;
seas, pues, muy bienvenido
si eres pobre pecador.
Pobre me siento y mendigo,
cuando vengo a comulgar,
y también rico hasta hartar
sólo por verme contigo.
Pobre soy, y sin envidia,
pobre de cuerpo y de alma,
y ¡qué dulzura y qué calma
verme pobre, sin perfidia!
Pobre, nacido de nuevo,
cerca de tu corazón;
soy anhelo, y tú, perdón
tuyo de niño y mancebo.
Con el amor que me das
a todos quiero abrazar,
porque nací para amar
y más al que sufre más.
Yo como tú quiero ser
a los pobres apegado,
y seguro que a su lado
más cerca te voy a ver.
Los pobres son mi cuadrilla:
los ciegos, cojos, tullidos;
pecadores y excluidos
bogamos en su barquilla.
Y ¿por qué esa preferencia,
Jesús de la Majestad?
Fue por sangre y vecindad
que me vino tal querencia.
Jesús de la Eucaristía,
a quien amo dulcemente,
unido a mi buena gente
yo quiero ser tu alegría.
Derrama tu bendición
sobre el amor que te canta…
de amor canta mi garganta,
para aprender tu lección ■
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.
Puebla, 23 agosto 2010