Hoy, señor Jesús
vengo ante Ti para alabarte
hoy, señor Jesús
con tu poder puedes cambiarme.

Sáname señor
hoy quiero vivir
dame tu amor sin ti no puedo ser feliz
sáname señor, 
líbrame del mal, 
toca el corazón para alcanzar la santidad

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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