NEw-olD-ideAS

En la humildad se halla la máxima libertad. Mientras tienes que defender el yo imaginario que crees importante, pierdes la paz de tu corazón. En cuanto comparas esa sombra con las sombras de otros, pierdes toda alegría, porque empezaste a traficar con irrealidades, y no hay gozo en lo que no existe. En cuanto empiezas a tomarte en serio e imaginas que tus virtudes son importantes porque son tuyas, quedas prisionero de tu propia vanidad, y aun tus mejores obras te cegarán y engañarán. Luego, para defenderte, empezarás a ver pecados y faltas por todas partes en las acciones de los otros. Y cuanto más irrazonable importancia te atribuyas a ti y a tus obras, tanto más tenderás a formar tu propia idea de ti mismo condenando a los otros. A veces hay hombres virtuosos que se sienten amargados e infelices, porque inconscientemente han llegado a creer que toda su felicidad depende de que sean más virtuosos que los demás. Cuando la humildad libra a un hombre del apego a sus propias obras y a su propia reputación, descubre que el gozo perfecto es sólo posible cuando nos hemos olvidado completamente de nosotros mismos. Y sólo cuando no prestamos ya más atención a nuestra vida, a nuestra reputación ni a nuestra excelencia, nos hallamos por fin completamente libres para servir perfectamente a Dios por Él solo Thomas Merton, Semillas de contemplación

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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