La hermosa luz de eternidad
inunda
con fulgores divinos este día,
que presenció la muerte de estos
Príncipes
y al pecador abrió el camino de
la vida.
Hoy lleváis la corona de la
gloria,
padres de Roma y jueces de los
pueblos:
el maestro del mundo, por la
espada;
y, por la cruz, el celestial
portero.
Dichosa tú que fuiste ennoblecida,
oh Roma, con la sangre de estos
Príncipes,
y que, vestida con tan regia
púrpura,
excedes en nobleza a cuanto
existe.
Honra, poder y sempiterna gloria
sean al Padre, al Hijo y al
Espíritu
que en unidad gobiernan toda cosa
por infinitos e infinitos siglos.
Amén
■ de la Liturgia de las
Horas