VI Domingo de Pascua (C)


Ven Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho[1]. Esta es la promesa de Jesús.

Del Espíritu no habría que hablar mucho, es mejor desearlo, esperarlo en oración, invocarlo y dejarnos penetrar, reanimar y conducir por Él.

¡Ven Espíritu Santo! sin Ti, nuestra lucha por la vida termina sembrando muerte, nuestros esfuerzos por encontrar felicidad acaban en egoísmo amargo e insatisfecho[2].

¡Ven Espíritu Santo! Sin Ti, nuestro "progreso" no nos conduce hacia una vida más digna, noble y gozosa. Sin Ti, no habrá nunca un pueblo unido sino un pueblo constantemente vencido por divisiones, rupturas y enfrentamientos. Sin Ti, seguiremos dividiendo y separándolo todo: Norte y Sur, bloque occidental y oriental, primer mundo y tercer mundo, izquierdas y derechas, creyentes y ateos, hombres y mujeres. Recuérdanos que todos venimos de las entrañas de un mismo Padre y todos estamos llamados a la comunión gozosa y feliz en El.

¡Ven Espíritu Santo! Renueva nuestro amor al mundo y a las cosas. Enséñanos a cuidar esta tierra que nos has regalado como casa de todos donde pueda crecer la familia humana. Sin Ti nos la seguiremos disputando agresivamente, buscaremos cada uno nuestra «propiedad privada» y la iremos haciendo cada vez más inhóspita e inhabitable.

¡Ven Espíritu Santo! Enséñanos a entendernos aunque hablemos lenguajes diferentes. Si tu Ley interior de Amor no nos habita, seguiremos la escalada de la violencia absurda y sin salida.

¡Ven Espíritu Santo! y enséñanos a creer. Sin tu aliento, nuestra fe se convierte en ideología de derechas o de izquierdas, nuestra religión en triste seguro de vida eterna que se va marcando en una inútil hojita de normas. Condúcenos al evangelio y ayúdanos a alimentarnos de él y sólo de él[3].

¡Ven Espíritu Santo! y enséñanos a orar. Sin tu calor y tu fuerza, nuestra liturgia se pierde en rutina, nuestro culto en rito legalista, nuestra plegaria en palabrería. Ven a mantener dentro de la Iglesia el esfuerzo de conversión. Sin tu impulso, toda renovación termina en anarquía, involución, cansancio o desilusión. Ven a alegrar nuestro mundo tan sombrío. Ayúdanos a imaginar lo mejor y más humano. Ábrenos a un futuro más fraterno, limpio y solidario. Enséñanos a pensar lo todavía no pensado y construir lo todavía no trabajado. Entra hasta el fondo de nuestras almas. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro. Mira el poder del pecado cuando Tú no envías tu aliento.

Ven Señor y dador de vida. Pon en los hombres gozo, fuerza y consuelo, en sus grandes y pequeñas decisiones, en sus miedos, luchas, esperanzas y temores.

¡Ven Espíritu Santo! y enséñanos a creer en Ti como ternura y proximidad personal de Dios a los hombres, como fuerza y poder de gracia que puede conquistar nuestro interior y dar vida a nuestra vida ■


[1] Jn 14, 23-29
[2] Veni Creator Spiritus es, dentro del marco de la Iglesia católica, un texto que invoca la presencia del Espíritu Santo. Fue escrito y es rezado o cantado en latín. Se utiliza en la liturgia católica. Se suele cantar al comienzo de solemnes actos académicos en las universidades. Esto es un vestigio del origen eclesiástico de la institución. El texto procede del siglo IX y se suele atribuir a Rábano Mauro.
[3] J. A. Pagola, Buenas Noticias, Navarra 1985, p. 293 ss.

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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