Sabemos que vamos sumergidos en el Misterio que nos excede... La hora del
descenso es ésta y no hemos de descorazonarnos cuando sufrimos lo que no
aguardábamos. Topamos con la cizaña, es verdad, pero no podemos circunscribirla
ni definirla. Seguimos al Señor en sus pruebas y el desconcierto -¡tantas
veces!- puede convertirse en oración. Más que nunca atendamos a aquél
incomparable no-temas con el cual los
ángeles anuncian las cosas de Dios: -no temas, María, -no temas, José, -No
temas, Zacarías... Allí está David, derribando al gigante... ¿No creemos,
acaso, en ello? ¿Dónde está nuestra confianza? Las pruebas son el nihilismo y
la necedad, pero la vida, que nos ha sido dada, late en nuestro corazón y en el
Corazón de Dios ■ Alberto
E. Justo http://flordelyermo.blogspot.com.ar