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Sabemos que vamos sumergidos en el Misterio que nos excede... La hora del descenso es ésta y no hemos de descorazonarnos cuando sufrimos lo que no aguardábamos. Topamos con la cizaña, es verdad, pero no podemos circunscribirla ni definirla. Seguimos al Señor en sus pruebas y el desconcierto -¡tantas veces!- puede convertirse en oración. Más que nunca atendamos a aquél incomparable no-temas con el cual los ángeles anuncian las cosas de Dios: -no temas, María, -no temas, José, -No temas, Zacarías... Allí está David, derribando al gigante... ¿No creemos, acaso, en ello? ¿Dónde está nuestra confianza? Las pruebas son el nihilismo y la necedad, pero la vida, que nos ha sido dada, late en nuestro corazón y en el Corazón de Dios Alberto E. Justo  http://flordelyermo.blogspot.com.ar

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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