Dios quiere que sepamos cuatro
cosas. Primero, él es el fundamento
de quien nos viene la vida y la misma existencia. Segundo, él nos protege con su fuerza y su misericordia mientras
estamos en pecado, en medio de nuestros salvajes adversarios. Y nosotros mismos
somos los que nos arriesgamos,
porque les damos oportunidad de que nos ataquen y somos ignorantes de
nuestra pobreza. Tercero, es él
quien cortésmente nos salvaguarda y nos alerta cuando vamos desencaminados. Cuarto, Dios nos espera con paciencia y
no se enoja ni se vuelve huraño, porque lo que más quiere es que volvamos a él,
y que estemos unidos a él por el amor con el que él mismo ya se ha ligado a
nosotros. Por el discernimiento y la gracia, tomamos conciencia de nuestro
pecado, pero esa toma de conciencia no nos hiere ni nos hace perder la
esperanza. Porque por este humilde conocimiento, seremos separados de todo lo
que no es Dios, con el remordimiento y la gracia. Por fin, Jesús nos curará
totalmente y nos unirá a él. Él ha tenido la previsión de proveer esta ruptura
y esta sanación, para todos, de modo que los santos más destacados puedan ver
su pecado y su pobreza junto conmigo. Y yo, la más pequeña del pueblo de Dios,
hallo consuelo junto con los más grandes. Así se une Dios con nosotros en la
caridad ■ Juliana de Norwich