Trae el desierto voces de un
profeta
hasta el río fecundo del
bautismo:
«¡Convertíos; volved de vuestras
sendas,
miradlo ya venir, abrid camino!»
No doblegó su voz ante los reyes,
no pactó su mensaje con rabinos:
«¡Convertíos, decid vuestros
pecados,
se acerca el Santo, convertíos!”
Cuando venga el Señor, la tierra
nuestra
se llenará de paz y regocijo;
la gracia del Señor será el
consuelo
y el desquite de todo lo sufrido.
Harán paces el lobo y el cordero,
los hombres poderosos con los
niños;
se abrazarán las razas y
familias,
porque viene a su casa el
Compasivo.
Bautista, mensajero del Mesías,
Jerusalén te brinda su recinto,
dile la verdad, grita tu Noticia;
¡lo estamos esperando
arrepentidos!
¡Honor a ti, Jesús, siempre
esperado,
y más gozado cuanto más creído;
ven, Santo cual el Padre y el
Espíritu,
ven por amor desde el hogar
divino! Amén ■
R. GRÁNDEZ y F. AIZPURÚA, capuchinos.