Quizá olvidemos lo "más importante". Sin duda, ante las
"pruebas" y los tropiezos de nuestra peregrinación nos preguntamos
¡tantas veces! por la fecundidad y el valor de nuestras acciones. Entonces nos
interrogamos acerca de ellas y, sobre todo, cuáles sean y cuál su lugar.
Arriban las dudas y las apuestas: esto es mejor o peor que aquello;
aguardábamos mejores oportunidades (que nunca llegan) o reconocimientos siempre
insuficientes... Pero ¿en qué termina todo eso? ¿Qué es lo que en verdad vale y
más allá de los caprichosos aplausos de la multitud, cuando la hay? En efecto,
volvemos a la vida oculta, que es la realidad. Allí germina otra cosa, otra
cosa se da. Allí aparece fecunda, en verdad, la lucha de Antonio en el
Desierto. Es la "hora" que el Señor nos llama a velar con Él. Las
acciones verdaderas son, precisamente, las que más nos acercan y asemejan al
Salvador, y que -generalmente- no son elegidas. Esas que nos parecen
desprovistas de todo valor y de toda "vistosidad", esas que...
"pasan todos lo días" y "a cada rato", a las cuales no
damos demasiada importancia. Esas son las "obras mayores". Y no es
cuestión de "demostrar nada". Entremos en el gran desierto, en el
Huerto de los Olivos, y dejemos que Él nos lleve a "ese" lugar... Más
allá del espacio, más allá del tiempo de los relojes y de los almanaques ■ Alberto E. Justo http://flordelyermo.blogspot.com.ar