Ven, pues, Señor Jesús, y busca a tu cansada oveja, búscala, no por los
siervos ni por los mercenarios, sino por ti mismo. Recíbeme, no en aquella
carne que cayó en Adán. No de Sara, sino de María, virgen incorrupta, íntegra y
limpia de toda mancha de pecado ■ San
Ambrosio de Milan (340-397)