XXXI Domingo del Tiempo Ordinario (B)


Lo decía uno de ésos párrocos viejos, con experiencia, sabios y, sobre todo con una verdadera vida de oración: “Mira, cuando no entiendas algún planteamiento de la Palabra de Dios, o te parezca más duro y exigente que salvador, piensa en el diosecillo-dinero, y eso te facilitará la compresión”. Si en la misa de hoy preguntásemos a nuestra gente cuál es el primer mandamiento mucho me temo que tendríamos una polémica boba –y sobre todo estéril- entre el amor a Dios y el amor al prójimo. “Lo importante es amar a Dios, porque quien ama a Dios acabará amando al prójimo”, dirían unos, apoyándose tal vez en el Evangelio de hoy. “No. Lo primero es amar al prójimo, porque es el único signo válido del amor a Dios”, replicarían otros sin que les faltasen citas abundantes de la Escritura. El planteamiento del Señor es perfecto: El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es único Señor....

Lo primero es escuchar cada día que no hay más que un Señor, que no hay otro fuera de Él. Entonces y sólo entonces lo podremos amar con todas las fuerzas de nuestro cuerpo y nuestra alma, y tendremos el corazón libre para amar al prójimo como nos amamos nosotros mismos. Esto es antes que todos los holocaustos, polémicas religiosas y buenas acciones. Tan bien lo entendió aquel hombre que Jesús le dedicó una de las más bonitas alabanzas: no estás lejos del Reino de Dios.

Escucha Israel Israel... Estaban –y están- acostumbrados los israelitas a oírlo cada día. Y a educar a sus hijos repitiéndoselo a tiempo y a destiempo: en casa, de viaje, acostado, levantado... lo tienen clavado en las jambas de su casa y en las puertas; lo llevan como un signo en la muñeca y en el turbante, ¿Y nosotros? ¿Lo hemos olvidado?[1]

Hoy sería muy bueno hacer examen de conciencia y pensar que tanto escuchamos y si es sólo después de escuchar con atención que actuamos. Es necesario que en medio de tantas voces y signos que llegan, abramos cada día el oído a la Sagrada Escritura: Escucha… el Señor, nuestro Dios, es el único Señor... Ya lo hacemos en misa los domingos, pero es necesario más, cada vez más. Mientras haya en nuestras vidas "señores" de más importancia práctica que el Señor, no habrá corazón, alma, mente y ser se dediquen a Dios y a sus cosas.

Tampoco será posible que el prójimo quede por encima de nuestros intereses. Vamos a pensarlo esta mañana, y a pedirle al Espíritu de Dios que abra nuestros oídos a Su voz ■


[1] Shemá Israel (Del hebreo, שְׁמַע יִשְׂרָאֵל, "Escucha, Israel"), son las primeras palabras y el nombre de una de las principales plegarias de la religión judía en la que se manifiesta su credo en un solo Dios. Los creyentes la recitan dos veces por día, en las oraciones de la madrugada y del atardecer.

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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