Se rompió la sordera:
“Effetá” que me dijo,
y al sentir su saliva
la Palabra se hizo.
Era el día primero
de mi nombre y Bautismo.
Hace oír a los sordos
y hace hablar a los mudos;
él nos da la alabanza,
la alegría y el culto.
Ha llegado el Mesías
habitante del mundo,
la divina presencia,
mi presente y futuro
Y mi Dios sacramento
en su amor me introdujo:
me sacó de la turba:
“Hijo mío te curo.
Pero quede en silencio
y que el don sea tuyo
Hijo mío, este amor
busca el bien sin murmullo”.
Pero el alma me pide
no acallar ese triunfo,
y en las plazas pregono
y tus gestos yo anuncio.
¡Oh Jesús, humildad,
Evangelio profundo,
Hijo amado del Padre
yo declaro y pronuncio!
Y aquí, dentro del pecho,
yo te adoro y te escucho:
eres tú intimidad,
mi secreto y mi arrullo,
mi exquisita dulzura
y mi gozo más puro:
eres Alfa y Omega,
el Primero y el Último. Amén ■
P. Rufino Mª Grández, ofmcap