La oración es para el hombre la puerta abierta hacia todos los bienes, el
laboratorio donde se construye la grandeza humana, espiritual y funcional del
hombre. La oración es la forja del amor, del amor que engendra amistad y
fraternidad; la inevitable respuesta del hombre al Señor que nos amó primero
con un cariño inefable. El amor de la persona que se ha forjado en la fragua de
la oración es la prueba más elocuente del amor de Dios a los hombres. El amor
sencillo, sincero y discreto del hombre de oración estimula la fe de los que se
acercan a él. El hombre de oración proclama con el argumento convincente de su
estilo de vida que Dios ama a todos los hombres de una forma totalmente
gratuita. El ejemplo de vida del hombre de auténtica oración es una nueva
palabra de Dios al mundo. El santo es siempre un sermón de campanillas del
Señor a los hombres. Es una reafirmación de la verdad y de la vitalidad siempre
actual del evangelio. El hombre de oración es como una palabra de la Palabra,
la personificación de la parte vital del evangelio. Todo el evangelio es
importante, como aquel que lo dictó. Los hombres de oración son otros tantos
fragmentos del Cuerpo Místico de Cristo. Dios sigue hablando a los hombres; sus
mensajes de amor, siempre actualísimos, son escritos en la vida de sus siervos
fieles ■ Pedro
Finkler – Orar, Capítulo 11 de su libro Buscad
al Señor con alegría.