A quién iremos, Señor,
después de haberte escuchado?
Forjadores de palabras,
poderosos y soldados
los hubo desde el principio,
y hoy combaten en el campo,
mas nosotros escogemos
el discurso de tus labios.
¿Quién habló de Encarnación,
quién de la cruz y pecado,
quién del Siervo dolorido,
quién de Dios resucitado?
Tales locuras de amor,
nadie pudo haber soñado.
Dios, el Señor, ha irrumpido,
y en mi latido ha estallado;
Dios es carne en humildad,
Dios, compañero y hermano;
Dios es sangre de beber,
y de comer es bocado.
Dios en mí es la Trinidad
por este pan comulgado;
el Padre con el Espíritu
en mí se han aposentado:
Dios es morada y es diálogo,
mi camino cotidiano.
Yo, que me siento escogido,
yo escojo al Verbo Encarnado,
a Jesús del Evangelio,
el Hombre y mi Dios amado.
¡Ten piedad de mí, Señor,
y guárdame en tu costado! ■
Fray Rufino María Grández