A quién iremos, Señor,
después de haberte escuchado?
Forjadores de palabras,
poderosos y soldados
los hubo desde el principio,
y hoy combaten en el campo,
mas nosotros escogemos
el discurso de tus labios.

¿Quién habló de Encarnación,
quién de la cruz y pecado,
quién del Siervo dolorido,
quién de Dios resucitado?
Tales locuras de amor,
nadie pudo haber soñado.

Dios, el Señor, ha irrumpido,
y en mi latido ha estallado;
Dios es carne en humildad,
Dios, compañero y hermano;
Dios es sangre de beber,
y de comer es bocado.

Dios en mí es la Trinidad
por este pan comulgado;
el Padre con el Espíritu
en mí se han aposentado:
Dios es morada y es diálogo,
mi camino cotidiano.

Yo, que me siento escogido,
yo escojo al Verbo Encarnado,
a Jesús del Evangelio,
el Hombre y mi Dios amado.
¡Ten piedad de mí, Señor,
y guárdame en tu costado!
Fray Rufino María Grández

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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