Acabamos de escuchar en el evangelio que el Señor se preocupa por el descanso de los
apóstoles. El descanso no es un lujo, no es capricho: es una necesidad del
hombre. No es tampoco una invención moderna: en la historia del pueblo judío y
de otros pueblos antiguos encontramos una preocupación social por conseguir un
descanso para todos. Son las (modernas) civilizaciones las que imaginan que el
descanso sólo es un derecho de quien posee más dinero o poder. Que la lucha
obrera haya conseguido reivindicar el derecho al descanso, a las vacaciones coincide con lo
que el pueblo judío a lo largo de todo el Antiguo Testamento creía
voluntad de Dios. Y lo que hemos de
lamentar actualmente es que aún hay quienes no participan de este derecho al descanso, que aún existan
injustas diferencias entre el descanso de unos y otros[1].
Este podría ser el primer punto de nuestra reflexión de
hoy: según la Sagrada Escritura si Dios encomienda al hombre la responsabilidad
de trabajar, también quiere para él el descanso, el reposo, la fiesta. Para que
nunca el trabajo esclavice al hombre; para que éste halle espacios para vivir más libremente,
para reencontrarse con lo que es más fundamental en su vida Dios llama a sus hijos a
descansar.
En la segunda lectura hemos escuchado a san Pablo decir a
los cristianos de Éfeso que Jesucristo trajo
la noticia de la paz. ¿No podríamos
decir que el tiempo de vacaciones está especialmente abierto a un
encuentro con esta buena noticia de paz
para cada uno de nosotros? El tejido de
nuestra vida normal, del trabajo y de las preocupaciones de cada día nos impide
con frecuencia ir al fondo de la realidad de la vida. A menudo quedamos como
aprisionados en esa maraña de ocupaciones y preocupaciones, de relaciones y
necesidades, que constituyen el afán
cotidiano.
Por eso todos podríamos oír, como dirigidas de manera muy
personal las palabras del Señor a sus apóstoles: Venid a descansar un poco.
El tiempo de vacaciones puede ser como un alejamiento
(aunque sea provisional) de la realidad
cotidiana que nos aprisiona; un tiempo que nos de un poco más de libertad; un
tiempo que nos ayude a mirar nuestra vida en perspectiva. Las vacaciones pueden
ser el tiempo para encontrar ese silencio interior que nos ayude a descender a
lo más profundo de nosotros mismos para ver y juzgar lo que hay: ¿Qué hago, qué
soy, a dónde voy? ¿Hay realmente verdad
y amor en mi vida? ¿Qué calificación merecen mis relaciones con los demás?...
Y si el examen de conciencia es valiente quizá nos
identifiquemos con lo que dice el evangelio: andaban como ovejas sin pastor. Quizá detrás del tejido de las ocupaciones
cotidianas, encontraremos miedo, vacío, desconcierto, tristeza, desesperanza...¡Feliz
el que tenga la valentía para emprender un camino de paz[2]!
Aquellos que andaban
como ovejas sin pastor buscaban la Buena Noticia de Jesucristo. Por eso –dice
también el evangelio- se puso a enseñarles con calma. No hubiera sido
esto posible sin aquel paso previo, no lo hubiera podido hacer si ellos no le hubieran buscado.
Quizá, a muchos de nosotros, lo que nos falta es esto: reconocer esta pobreza interior, personal,
y reconocer que no sabemos dónde vamos,
y entonces aceptar la Buena Noticia del Señor, hallar la necesaria calma para escuchar sus palabras de paz, de amor,
de verdad, de libertad, de justicia. De alegría y de vida ■
[1] Se
conoce como año sabático al período de doce meses consecutivos en que una
persona se libera voluntariamente de sus actividades laborales o académicas con
el fin de dedicarse a intereses personales como viajar, descansar, disfrutar de
la familia o desarrollar una actividad personal. Su origen se remonta a siglos
atrás, cuando los hebreos se tomaban el séptimo año de la cosecha para el
descanso. El año sabático era una costumbre agrícola muy respetada y permitía
dejar la tierra sin trabajar para su reposición (en barbecho) después de 6 años
consecutivos de cosecha. La palabra hebrea šhabbat (שַׁבָּת) de donde deriva
sabático, significa "el [día] de descanso", y se refiere al cese o
descanso de trabajo. El nombre del día sábado también deriva de la misma palabra.
[2] J.
Gomis, Misa Dominical 1988, n. 15.
Ilustración: Aleko and Zemphira by Moonlight, study for a backdrop, for the ballet Aleko, watercolor by Marc Chagall, 1887-1985, Belarusian-French artist.