Como el niño que no sabe dormirse
sin cogerse a la mano de su padre,
así mi corazón viene a ponerse
sobre Tus manos al caer la tarde.
Como el niño que sabe que alguien vela
su sueño de inocencia y esperanza,
así descansará mi alma segura,
sabiendo que eres Tú quien nos aguarda.
Tú endulzarás mi última amargura,
Tú aliviarás el último cansancio,
Tú cuidarás los sueños de la noche,
Tú borrarás las huellas de mi llanto.
Tú nos darás mañana nuevamente
la antorcha de la luz y la alegría,
y, por las horas que te traigo muertas,
Tú me darás una mañana viva. Amén ■
de la Liturgia de las Horas
(en la foto, Mateo y su papá)
(en la foto, Mateo y su papá)