A Ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
A ti levanto mis ojos,
por que espero tu misericordia.
  
Como estan los ojos de los esclavos,
fijos en las manos de sus señores, 
así estan nuestros ojos fijos en el Señor,
esperando su misericordia.

Misericordia Señor, misericordia, 
que estamos saciados de burlas;
misericordia, Señor, misericordia
que estamos saciados de desprecios.

Nuestra alma esta saciada del sarcasmo
de los satisfechos;
nuestra alma esta saciada del desprecio
de los orgullosos 

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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