Me parece imposible pensar en una vida evangélica sin querer que sea una
vida de silencio y sin saber que ha de serlo. Si señalamos de un extremo al
otro del Evangelio todo lo que Jesús dijo sobre la «Palabra» de Dios, todo lo
que dijo para que sea «recibida» y «escuchada», para que sea «guardada», para
que «se cumpla» y para que sea «anunciada», enseguida tendremos la certeza de
que la «buena nueva», para que sea conocida, vivida y comunicada, ha de ser
acogida, recogida, llevada a lo más profundo de nosotros. Y si es toda nuestra
vida la que debe someterse al Evangelio de Jesucristo, si son todas sus
palabras las que queremos tomar como guías en función de las circunstancias de
la vida, será imposible si toda nuestra vida no hace silencio ■ Madeleine Delbrél, mística cristiana
francesa, asistente social, ensayista y poetisa (1904-1964).