Tú eres el que vives,
el Hijo de Dios vivo,
bandera desplegada de la vida,
que llamas a vivir, oh Dios, contigo.

Tú eres el que amas
y el Padre es tu latido;
envueltos en tu amor, que es nuestro triunfo,
¡oh!, déjame sentir que soy querido.

Tú eres el que estás
y marcas el camino;
condúcenos, Pastor de la Alianza,
tú que llevaste al pueblo peregrino.

Tú eres nuevo mundo
y luz de mi destino;
tú eres sacramento que se abre
y das el cielo al dar el Pan divino.

Tú eres la alabanza,
el gozo desmedido;
enciende con el ósculo de amor
a quien hiciste esposa en el bautismo.

Tú eres paz y gloria,
retorno y paraíso;
tu Nombre con el Padre y el Espíritu
santificado sea por los siglos. Amén  
P. Rufino María Grández, ofmcap.

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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