La esclava del amor ha dicho sí,
¡benditos esos labios!,
Y cruza en obediencia sobre el pecho
las manos que ya guardan al Amado.
La Nube luminosa la penetra,
fecunda el vientre casto;
¡qué gozo ser la más pobre y pequeña,
teniendo tal tesoro en su sagrario!
María, toda humilde, dulce hermana
al par de los hermanos;
mas eres ya, oh Eva del anuncio,
la Madre que nos lleva en el regazo.
Abriste el corazón cuando creíste
con ojos agrandados;
¡oh!, ábrenos tus brazos como al Hijo
y ciérranos al pecho cobijados.
Temblando de estupor y de ternura
al lado tuyo estamos;
tu fe de creatura, excelsa Madre,
tu ardiente fe, nosotros imploramos.
¡Gloriosa Trinidad, oh Dios amor,
oh Dios de los milagros,
la suma gloria y gozo por María,
la Madre y Virgen santa, tributamos! Amén ■
P. Rufino María Grández, Himnario de la Virgen
María.