De noche le fue a buscar
un doctor a su Maestro:
está mendiga la Ley
de Espíritu y Evangelio.

- Tú vienes de Dios, Rabbi,
hacedor de signos nuevos;
a la fimbria de tu manto
yo discípulo me siento.

- El Reino de Dios irrumpe
y es para ti, Nicodemo:
hay que nacer desde arriba
con un nuevo Nacimiento.

Sopla el Espíritu, ven,
al alma mueve este Viento;
es la hora del amor
que Dios guardaba en secreto.

Que tanto amó Dios al mundo
que tal fue su anhelo eterno,
que Dios es hombre y hermano,
palabra humana es el Verbo.

Abierto quedó el camino,
ven a la luz, Nicodemo;
y para Dios humanado
prepara mirra y un lienzo.

¡Honor a Jesús amigo,
Dios y luz de mis senderos:
que se alce tu santa Cruz
estandarte en el desierto! Amén

P. Rufino María Grández, ofmcap, Cuautitlán Izcalli, 30 marzo 2003 

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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