Virgen María de
Guadalupe,
Madre del verdadero
Dios por quien se vive.
En San Juan Diego, el
más pequeño de tus hijos,
Tú dices hoy a los
pueblos de América Latina:
"¿No estoy yo
aquí que soy tu Madre?
¿No estás bajo mi
sombra?
¿No estás por ventura
en mi regazo?"
Por eso nosotros con
profundo agradecimiento
reconocemos a través
de los siglos todas las muestras de tu amor maternal,
tu constante auxilio,
compasión y defensade los moradores de nuestras tierras, de los pobres y
sencillos de corazón.
Con esta certeza
filial,
acudimos a ti, para
pedirte,que así como ayer,
vuelvas a darnos a tu
Divino Hijo,
porque sólo en el
encuentro con Él se renueva la existencia personal
y se abre el camino
para la edificación de unasociedad justa y fraterna.
A ti, ‘Misionera
Celeste del Nuevo Mundo’,
que eres el rostro
mestizo de América
y luminosamente
manifiestas su identidad, unidad y originalidad,
confiamos el destino
de nuestros Pueblos.
A ti, Pedagoga del
Evangelio de Cristo,
Estrella de la Nueva
Evangelización,
consagramos la labor
misioneradel Pueblo de Dios
peregrino en América
Latina.
¡Oh Dulce Señora!,
¡Oh Madre
Nuestra!,¡Oh siempre Virgen María!
¡Tu presencia nos
hace hermanos!
Acoge con amor esta
súplica de tus hijos
y bendice esta amada
tierra tuya
con los dones de la
reconciliación y la paz.
Amén ■ Benedicto
XVI.