Oh santa intimidad de mi Emmanuel,
mi Dios conmigo, eternamente mío:
la Iglesia te ha acogido y queda grávida
y ahora está sintiendo tu latido.
Mi Dios, Palabra nunca terminada,
mi Dios, coloquio-amor, y escalofrío,
mi Dios que te revelas día a día,
en mis ojos mi luz y mi destino.
Mi Dios, Verbo Encarnado, transparente.
más íntimo conmigo que yo mismo,
mi Dios, donado, abierto al mundo entero,
mi Dios en mí, el mío en mi cobijo,
Secreta intimidad de cada día,
que se hace Comunión al recibirlo:
manjar comido, sangre de mis venas,
mi vida y sacramento acontecido.
Mi Dios me habita, mora en mi silencio;
es Dios pequeño, siendo el infinito:
los dos somos un Uno, según quiere,
según pedía al Padre al despedirnos.
Oh Dios, mi Dios, graciosa Encarnación,
que baña y que penetra cual rocío:
a ti te adoro, a ti me uno entero,
a ti, dulce Jesús, eterno Hijo ■
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.