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La inquietud pesa sobre el espíritu, sobre el corazón, sobre toda alma. Envenena la existencia. Tengas lo que tengas que hacer, sean cuales sean tus responsabilidades materiales o espirituales, no enmarañes tu alma, y no permitas jamás  que la inquietud te turbe. Todo lo que tienes que hacer es Su obra. Haz generosamente lo que puedas, sabiendo que el éxito no depende más que de Él, no de tus habilidades. Si no buscas en ninguna cosa tu propia gloria, vivirás en una paz inalterable, aunque tengas mucho que hacer aún. Una sola cosa hay que temer: el pecado. Los caminos de Dios no son los nuestros. Jesús triunfa por el fracaso. Nada ha cambiado desde hace veinte siglos. Sé diligente, y pon los medios: es la voluntad de Dios. Pero quédate persuadido de que nada tendrá éxito más que por Él. Si Él no lo quiere, acepta el fracaso, así como todas sus consecuencias humillantes y desagradables. Entonces, serás libre. Hacer lo que Dios quiere: eso es lo que importa; no el tener éxito.  ¡Es tan tranquilizante pensar que el Padre tiene en sus manos, el mundo y el corazón de todos los hombres!  Todo ocurre porque Él quiere; nada se hace que Él no lo permita. ¿Por qué angustiarse con vanas preocupaciones? Pon por obra lo que está en tu mano, pero a su tiempo. Rehúsa reflexionar en el momento que pertenece a Dios: oración, lectura, silencio. Si no, se acabó la serenidad de tu alma. Contempla la calma admirable de Jesús ante una tarea que abarca la Tierra entera y de todo el género humano. Él ilumina con pocas palabras. Él salva por la inmovilidad y el silencio de la Cruz. Toda la prudencia  humana no invalidará Su palabra: Cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré todo hacia   ■ Las puertas del silencio, monje de la cartuja de porta coeli, 2002

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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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