Las viejas y taciturnas gentes recibieron el don de las lenguas; 
los oídos, que durante años habían estado casi sordos, se abrieron por una vez. 
El tiempo mismo se había fundido en eternidad. 
Mucho después de la media noche, 
las ventanas de la casa resplandecían como el oro, 
y doradas canciones se difundían en el aire invernal 
El Festin de Babette

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


Powered By Blogger