new-old-ideas

El mundo está lleno de buenas ideas. Algunos las ven pasar como pasa el viento, agradecen el frescor pero al rato están renegando por la fatiga de caminar. Otros las ven llegar, las seleccionan, las disfrutan, pero las dejan escapar. Hay quienes, como un eco, las gritan o las cantan a los cuatro vientos y todos las bailan al ritmo frenético de la música que les acompaña, pero, ¡ay!, escapan en el sudor de los cuerpos. Hay otros que las escriben en el papel y con ello sosiegan el frenesí diario y ayudan a que los demás las vean y las gocen, pero, ¡ay!, la dicha dura poco arrastrada por el torrente de la muerte diaria.

Digo yo, Señor, ¿por qué no me enseñas a escribir en el corazón?

Y me contestó el Señor: “Tú solo puedes escribir en tu corazón”. 

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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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