Quién eres tu, mujer, que, aunque rendida
al parecer, al parecer postrada,
no estás sino en los cielos ensalzada,
no estás sino en la tierra preferida?
Pero, ¿qué mucho, si del sol vestida,
qué mucho, si de estrellas coronada,
vienes de tantas luces ilustrada,
vienes de tantos rayos guarnecida?
Cielo y tierra parece que, a primores,
se compusieron con igual desvelo
-mezcladas sus estrellas y sus flores-
para que en ti tuviesen tierra y cielo,
con no se qué lejanos resplandores
de flor del Sol plantada en el Carmelo ■
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