A la vera de tu albergue
paso llamando:
vengo ofreciendo un banquete,
-amor y Pascua-, si quieres,
los dos cenando.

Era la Sabiduría
en carne humana;
cena de fiesta ofrecía,
y desde la alta colina
la pregonaba.

Si hay un sencillo, que venga,
entre en la sala;
un afligido que tenga
humilde el alma de penas
y traspasada.

Venga y se sacie del vino
de nuestra mesa;
y sienta sangre de hijo
y rojo fuego divino
cuando lo beba.

Comed del pan abundante,
jugoso y blanco;
gozad de ricos manjares,
que es día de amor muy grande,
noche de cantos.

¡Oh Jesús que oculto pasas
de peregrino!,
con el cariño de Marta,
Maestro, diciendo gracias,
te recibimos  
R.M. Grández, Capuchino; 
Miranda de Arga (Navarra), 19 julio 1977. 

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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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