No se apagó tu recuerdo
perdido en la sepultura,
no te fuiste sin retorno,
muerto, por la senda oscura.
El manto de muchos siglos
no ha velado tu figura,
el olvido de los hombres
no ha olvidado tu hermosura.
Eres con ojos eternos
vida y sol desde la altura;
tu rostro cubre la tierra,
es paz en la guerra dura.
Eres presencia y banquete,
amor que por siempre dura,
eres lo que el hombre ansía,
Jesús de mi raza pura.
Oh Viviente de los mundos,
métenos por la hendidura
de la casa de tu pecho,
cielo de tus criaturas.
Oh Cristo, Flor de la tierra,
rocío, gracia, ternura,
con cantos te bendecimos,
danos la gloria futura. Amén ■
R. M. Grández , capuchino.
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