El Verbo se hizo carne, carne mía,
y se hizo aquí presente, enternecido;
mi Dios es Nacimiento y Pascua hermosa
el Hijo es don, mi Dios y hermano mío.

El Hijo de María amanecía
en su verdad de Hijo del Altísimo:
la Pascua era su luz y nueva carne
y aquí la misma Pascua lo ha traído.

Yo adoro con la Iglesia embellecida,
Esposa del Esposo más querido;
yo adoro y yo recuerdo con asombro
su historia que inició desde el principio.

Jesús, el Verbo, entonces ya lo era,
cuando era solo Dios, el Infinito,
porque él en Dios moraba y dialogaba
y era su eterno Tú, su regocijo.

Jesús, el Creador, el mundo hacía,
sin él viviendo dentro nada ha sido;
Jesús era la vida derramada,
la vida era la luz en el camino.

Y a él, Encarnación, Resurrección,
en este corazón he recibido:
la gracia de ser hijo a su contacto
en esta Comunión me ha concedido.

Jesús, florida Pascua y hermosura,
Jesús, eternamente acontecido,
te hiciste mío, abrazo y dulce beso,
oh Dios desentrañado aquí conmigo.

Jesús viviente, el centro y la corona
del cosmos y la historia de los siglos,
ahora mío, mío sin retorno,
mi ayer, mi hoy, mi amor y mi sentido.

Retornan luminosas, verdaderas,
las santas Escrituras que medito:
en todas moras tú con tu fragancia
y en todas se percibe tu latido.

Mas, al llegar del seno de María,
la Gracia y la Verdad nos ha venido,
la Ley y los Profetas lo confiesan
y Juan se ha declarado tu testigo.

La lucha de la luz y las tinieblas
en ese cuerpo en Cruz tú la has vencido.
oh tú, bandera blanca de la paz,
y faro inextinguible de elegidos.

Jesús, Palabra viva que nos habla,
verdad toda de Dios, perdón cumplido,
oh Gloria consagrada en rostro humano,
que de esa frente sea yo tu brillo.

Mi vida aquí la entrego, pues es tuya:
que sea de la Pascua el blanco Cirio,
que sea Encarnación que se prolonga,
que sea tu Victoria, oh Cristo vivo.

Jesús Eucaristía, dulce encuentro,
Jesús, mi Dios, mi Nombre repetido,
enciende tu alabanza en mis palabras,
que quiero ser tu amor con fuerte grito.

¡Amado del Espíritu y del Padre,
amado por tu Iglesia hasta martirio,
amado seas siempre hasta tu Vuelta,
oh Dios de Dios, mi Dios, Jesús bendito!
Amén

P. Rufino María Grández, ofmcap, Pascua 2007

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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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