Vendrá la muerte un día,
belleza del ocaso,
y tras la muerte Cristo
me acogerá en sus brazos.
Que crezca la esperanza,
que alaban los cristianos;
es breve la fatiga
y eterno es el regalo.
Y tú serás mi vida,
mi gozo consumado,
y eternamente el pobre
descansará a tu lado.
Oh fiel Señor, oh Cristo,
que en cruz nos has salvado,
bendito con los tuyos,
por siempre tus amados. Amén ■
Rufino M. Grández, capuchino,
Belén, septiembre 1984
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