No podemos caminar con hambre bajo el sol.
Danos siempre el mismo Pan: Tu Cuerpo y Sangre Señor.

Comamos todos de este Pan, el Pan de la unidad.
En un Cuerpo nos unió el Señor por medio del Amor.

Señor, yo tengo sed de Tí, sediento estoy de Dios.
Pero pronto llegaré a ver el rostro del Señor.

Por el desierto el pueblo va cantando su dolor;
en la noche brillará Su luz, nos guía la Verdad.

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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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