The ultimate perfection of the contemplative life is not a heaven of separate individuals, each one viewing his own private intuition of God; it is a sea of Love which flows through the One Body of all the elect, all the angels and saints, and their contemplation would be incomplete if it were not shared, or if it were shared with fewer souls, or with spirits capable of less vision and less joy ■ Thomas Merton, New Seeds of Contemplation (New York: New Directions Books 1961) p 65.

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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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