My hope is in what the eye has never seen. Therefore, let me not trust in visible rewards. My hope is in what the heart of man cannot feel. Therefore let me not trust in the feelings of my heart. My hope is in what the hand of man has never touched. Do not let me trust what I can grasp between my fingers. Let my trust be in Your mercy, not in myself. Let my hope be in Your love, not in health, or strength, or ability or human resources ■ Thomas Merton, Thoughts in Solitude, New York: Farrar, Strauss, Giroux, 1999, P 29-30.

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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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