14.II.2009

Mi Buen se fue hace 9 años. Hoy caí en la cuenta. En el tiempo que conviví con él aprendí muchas cosas, y hoy tengo ganas de contarlo, porque es su aniversario. Aprendí, entre otras muchas cosas, que la alegría no depende de estímulos externos, por ejemplo viendo una película, o buscando la compañía de tipos divertidos, sino que es algo que habita dentro, que depende de nuestra riqueza interior, esa que hay que ir cultivando como si fuese un huerto. Mi Buen era un hombre con una gran riqueza interior.

Mi Buen vivía la alegría como una norma de siempre. Muchas veces lo vi alegre. Lo vi muy alegre cuando me impusieron las manos. ¿Cómo le hacía?, pues no lo sé, pero esa alegría no era la de alguien que tenia que vivir “alegre” por norma, la suya no era forzada, afectada, postiza, artificial.

¿La gente vive en la alegría? No lo tengo muy claro. Pienso en todos aquellos que viven una cultura de muerte y me cuesta pensar que encuentren motivos para vivir en la alegría. Cuando todo es miedo resulta difícil despertar cada mañana con el alma en alborozo, dispuesta a la sorpresa que nos vendrá disfrazada de amor, de sonrisa, de belleza. Voltaire decía que “la dicha no es más que un sueño y el dolor es real…hace ochenta años que lo compruebo, sólo se resignarme y decirme que las moscas han nacido para ser comidas por las arañas, y los hombres para ser comidos por las penas”. Claro, Voltaire era un gruñón y un resentido y tenía una idea de la gente muy pesimista. Mi Buen no, mi buen era un tipo alegre.

La alegría nace cuando te sientes querido: querido como hijo, como amigo, como colega, como hermano, como padre, como compañero. Y si tienes Fe, querido, muy querido por Dios, por Alá, o por el quien sea.

Si Dios es un señor que sólo nos quiere porque nos portamos bien, malo: probablemente seremos unos auténticos cascarrabias, unos avinagrados. El fanático, que eso es el que piensa que Dios no perdona una, habitualmente es un aguafiestas. No le gusta ver gente alegre sin vivir “sus” valores. Y les declara la guerra. Una guerra de paz y de amor, dicen. ¿Cómo se puede hacer una “guerra” de “paz y amor”?: no lo entiendo. Las guerras traerán la paz, o no, pero desde luego a través de la destrucción.

Mi Buen nos enseñó a muchos que la alegría nace del fondo del corazón. Hoy por hoy pienso que no deberíamos dejar pasar un solo día sin leer una poema, o escuchar una canción [A mi manera, quiza; http://www.youtube.com/watch?v=BmXeHcEscKs], mejor cantarla nosotros mismos, contemplar un paisaje, pronunciar una frase de consuelo, sonreír, dar un abrazo, un beso, una caricia…justo todo lo que él hacía. No debería pasar un solo día sin sentirnos queridos. Yo me sentí muy querido por mi tío Ismael; él fue quien empezo a decirme el Father, por tanto cuando firmo o cuando alguien me llama así, me acuerdo de él y me siento alegre y feliz. Muy alegre y muy feliz ■ Father

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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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