El Bautismo del Señor

Con esta fiesta del bautismo del Señor termina el Tiempo de la Navidad y comienza la primera parte del Tiempo Ordinario[1], las semanas que van hasta el comienzo de la Cuaresma y la Semana Santa[2].

En la primera de las lecturas oímos hablar del siervo de Yahvé[3], figura de Jesucristo, e Isaías menciona el distintivo de ese siervo: no gritará, no clamará (…) no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea.

Lo que en el Antiguo Testamento estaba prefigurado, en el Nuevo Testamento llega a plenitud: Jesucristo no actúa nunca arbitrariamente. La actitud del Señor es siempre conciliadora, siempre pacificadora. No va cortando cabezas, ni rompiendo cañas resquebrajadas, ni apagando la mecha que aún humea. A cada alma -¡Él las hizo!- tiene preparados un espacio y un tiempo oportunos. Y la Iglesia, que es la esposa de Cristo, debe de tratar y de conducir a sus hijos de una manera semejante.

Existe en algunos sectores una cierta crítica hacia los procedimientos o las costumbres de la Iglesia, sin embargo hay que decir que nada de lo que la Iglesia pide o requiere de sus hijos es arbitrario o caprichoso.

La burocracia de la Iglesia es espantosa, se suele decir. ¿Por qué tantos papeles? ¿Por qué tantos procedimientos? Se pregunta muchas veces.

La Iglesia, como institución divina formada por hombres tiene unas normas, y un sistema. Guarda el orden, y el orden te guardará, acostumbraba decir san Agustín[4].

La Iglesia, administradora de los tesoros de Dios, desea que sus hijos aprovechen al máximo lo que ésta tiene que ofrecerles. Y desea hacerlo con orden, sin desperdiciar nada, sin descuidar o tratar apresuradamente la gracia de Dios.

Por eso pide que los sacramentos –todos- se preparen con tiempo y cuidado y amor. Por eso destina unos tiempos –Cuaresma y Adviento especialmente- a la preparación cuidadosa de la celebración de los grandes misterios de la fe[5].

Por eso existe también un Código de Derecho Canónico, que desea es dar una estructura y un orden a la comunidad que formamos los católicos.

¿Cuál debe ser por lo tanto la actitud de los hijos dentro de la Iglesia? ¿De una obediencia ciega, a rajatabla, y sin fundamentos? No. Se trata más bien de vivir una obediencia inteligente y llena de amor.

Nadie se siente coartado o restringido por los señalamientos de una autopista. Al contrario: los agradece, porque gracias a ellos llegará rápidamente a su destino. Lo mismo sucede en la Iglesia. Ella, que es Madre y Maestra, desea llevarnos a todos a la eterna gloria. Esa es tu tarea. Esa es su principal función.

Dediquemos hoy un momento a pensar, a meditar ésta sencilla realidad: ni Dios ni la Iglesia actúan arbitrariamente, no rompen la caña resquebrajada, ni apagan la mecha que aún humea. Nuestra actitud debe ser la de rectificar constantemente.

No cambiemos el nombre a las cosas, ni utilicemos eufemismos: el error y el pecado serán siempre errores y pecados. Tampoco la misericordia de Dios nunca cambia de nombre. Siempre será eso: misericordia[6].
Justo en medio está la libertad de cada uno, la decisión libre y personal de caminar junto a Dios o de darle la espalda ■

[1] El Tiempo Ordinario se interrumpe el 25 de febrero, con el Miércoles de ceniza, y se reanuda el lunes 1 de mayo, una vez que ha terminado el Tiempo Pascual. La Semana Santa se celebra éste año (2009) del domingo 5 de abril al domingo 12 de abril.
[2] Homilía preparada para el 11.I.2009, fiesta del Bautismo del Señor, en la Parroquia de St. Matthew, en San Antonio (Texas).
[3] 42, 1-4.6-7 (canto primero del siervo de Yahvé).
[4] CPL 250-360; PL 32-46; CSEL 1887ss; CCL 1954ss; SC 75,116; PP. Agustinos españoles, Obras completas de San Agustín I-XL. BAC, Madrid 1946-1995.
[5] Late en el fondo ese deseo grande de la Iglesia de educar al pueblo y dar el sentido más exacto de lo que celebra la Iglesia (Cfr. Advertencias preliminares del Calendario Litúrgico Pastoral 2005, editado por la Obra Nacional de la Buena Prensa )
[6] La palabra hebrea ra·jamím y la griega é·le·os (verbo, e·le·é·ō) suelen traducirse “misericordia”. Un examen de estos términos y de su uso ayuda a resaltar todos sus matices y significado. El verbo hebreo ra·jám se define como “sentir o irradiar afecto entrañable; [...] ser compasivo”. (A Hebrew and Chaldee Lexicon, edición de B. Davies, 1957, p. 590.) Según el lexicógrafo Gesenius, “la idea principal parece radicar tanto en el hecho de tener cariño y tratar con dulzura como en el sentimiento de tierna emoción”. (A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament, 1836, p. 939.) El término está estrechamente relacionado con la palabra para matriz; se puede referir también a las entrañas, las cuales se ven afectadas cuando se siente de manera afectuosa y tierna la compasión o piedad. (Cfr Isa 63:15, 16; Jer 31:20).

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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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