Vamos a ser honestos y a no adornar la realidad: todos los años se repite el
mismo cuadro: queremos vivir en este día lo que debiera ser nuestra vida
siempre. En este día nos parece un sacrilegio
la falta de amor, la incapacidad para perdonar, la ausencia de solidaridad.
Incluso para la guerra nos hemos inventado "la tregua navideña"; es
como si, por lo menos en este día, nos diera vergüenza matar. Y tranquilizamos
nuestra conciencia pensando que, por lo menos en este día, no debe faltar la
comida en ninguna mesa y por eso salimos rápidamente a las periferias de la
ciudad –eso sí, no a la misma hora en que debemos estar en casa calientitos y
tranquilos- a repartir despensas a los que nada tienen. Estos días las
ausencias y las separaciones nos parecen más dolorosas y derrochamos amabilidad
por todos los poros ¿Y el resto del año? ¿Es que la Navidad es un día? ¿Es que
es algo metido en las 24 horas del reloj? La Navidad es la revelación del
misterio del amor de Dios oculto durante los siglos, la celebración de la
Encarnación de un Dios que se hace presente en la historia de los hombres. Y
ahí, justo ahí, está la gran frustración de nuestra humanidad.
En lo más íntimo captamos el impacto de la Encarnación y sospechamos
–aunque a veces pareciera que no queremos saberlo- que la Navidad es su gran
plenitud. Sabemos que estamos llamados a esa plenitud, pero somos incapaces de conseguirla
con nuestra mediocridad y por eso la sustituimos creando esa gran mentira que
es la alegría ficticia de estos días.
La alegría y el ambiente que hemos ido creado en torno a
la fiesta sagrada de la Nochebuena (y lo escribo con el riesgo de sonar como el
Grinch; lo asumo[1]) es una terrible mentira, porque ése ambiente y esa celebración muchas veces no brota
del encuentro personal del hombre en lo íntimo de su corazón con el Dios Vivo, sino
que viene impuesta desde fuera, desde la mercadotecnia, las modas y las
tendencias. Y si hay mentiras piadosas para personas inmaduras, ésta ni
siquiera es piadosa, es una mentira cruel, una mentira que está hecha de comida
y bebida, y entonces resalta más hambre y la sed de los que no tienen. Está
hecha de lujo y ostentación y entonces destaca más la miseria.
No nos detenemos a pensar –y deberíamos hacerlo; hoy es
un buen momento- por qué cuando se apagan las luces y pasan los vapores de las
sobremesas y se hacen viejos los regalos no queda nada. Todo es como al
principio, como si no hubiese habido Navidad. ¡Un mito más! Cuando la realidad
es que Navidad debe ser el comienzo de la alegría y la paz para el resto del
año.
Afortunadamente llegará un día –es la Palabra de Dios a
través de la boca del profeta- en el que los hombres forjarán de sus espadas arados, y de sus lanzas, hoces. No levantará
espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra. Serán vecinos
el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, y el novillo y el
cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. Nadie hará daño,
nadie hará mal, porque la tierra estará llena del conocimiento de Dios como
lleno de aguas está el mar[2].
Será Navidad para la Humanidad cuando Él realice plenamente el cielo nuevo y la tierra nueva. Y un
día llegará, cuando Él vuelva, en que la Humanidad desbordará de gozo y alegría
¡Esa será la gran Navidad! No harán falta luces porque Él será el gran
resplandor, la luz inextinguible donde habita Dios.
Pero ¿y mientras tanto? ¿Diciembre del 2013? Mientras
tanto, cada uno debemos vivir y celebrar la Navidad de la manera más
auténticamente posible.
Con Jesús nace un mundo nuevo. Un mundo de hombres
honrados, sobrios, religiosos, abiertos a la esperanza; su oficio son las
buenas obras.
¿Somos nosotros hombres y mujeres dedicados a obrar el
bien, con verdadera entrega a los demás, a la promoción de las personas, de las
familias, de los pueblos, del mundo? ¿Somos hombres siempre a favor de la paz,
la justicia, la libertad y contra cada uno de los abusos que deshumanizan a los
hombres?
¿Qué hacemos con la luz que nos trajo Cristo? ¿Vivimos
nosotros en ella o en las tinieblas: en la verdad, el bien, el amor, o en las
mil mentiras del egoísmo? ¿Vivimos de una manera sobria, honrada y religiosa, es
decir, con sencillez, desprendimiento, fe y entrega generosa? ¿O somos unos
superficiales egoístas? ¡Tantas cosas qué preguntarnos éste día de Navidad!
¿tendremos el valor de responder en el silencio de nuestro corazón? ■
[1] How the Grinch Stole
Christmas! es un libro infantil escrito por el Dr.
Seuss en versos con rima e ilustraciones del mismo autor, y publicado por
Random House Mondadori en 1957. El libro critica la visión de la Navidad como
algo comercial y satiriza a aquellos que obtienen beneficios explotando la
época navideña.
[2] Is
2, 2-5.