En Navidad, más que nunca, conviene recordar que
no tenemos más luz que Cristo, que nos ha nacido hoy. Recibamos a Cristo para
que con toda verdad seamos luz en el Señor y para que Cristo brille no solo
para nosotros, sino por medio de nosotros, y para que podamos arder todos en la
dulce luz de Su presencia en el mundo: quiero decir, Su presencia en nosotros,
pues somos Su cuerpo y Su santa Iglesia. Cristo, luz de luz, ha nacido hoy, y
puesto que ha nacido para nosotros, ha nacido en nosotros como luz, y por
tanto, los que creemos hemos nacido hoy a una nueva luz. Eso es decir que
nuestras almas han nacido a nueva vida y nueva gracia al recibirle a Él, que es
la verdad. La Iglesia nos sumerge en la Luz de Dios que brilla en la oscuridad
del mundo, para que seamos iluminados y transformados por la presencia del
Salvador recién nacido. Toda la Bondad, todo el Amor, y toda la Misericordia,
toda la Amabilidad del gran Dios, han aparecido ante nosotros en Cristo. Ha
abrazado nuestra pobreza y nuestra pena por amor a nosotros, para darnos Su
riqueza y Su gozo. Si deseamos ver a Cristo en Su gloria, debemos reconocerle
ahora en Su humildad. Cristo ha nacido hoy en nosotros, para que aparezca al
mundo entero por medio de nosotros. Este día es el día e Su nacimiento, pero
todos los días de nuestras vidas mortales deben ser manifestación suya,
EPIFANÍA suya, en el mundo que Él ha creado y redimido ■ Thomas Merton