Ven a mí, dulce Pan de la Vida,
Ven, consuela mi amargo dolor
Soy la oveja que andaba perdida
Lejos, lejos de ti, mi Señor
Sacramento adorable y divino,
verbo santo delicia de dios;
para hallar la salud y la vida,
levantamos a ti nuestra voz.
Ven, angélico pan de los cielos,
a las almas que van de ti en pos;
ven al hombre que gime en la
vida.
la amargura de tanto dolor.
Soy el hombre que va fustigado
de la vida de tedio al rigor;
voy llorando mi cielo perdido
en el mar de una fiera pasión.
Tu que formas un cielo en la
nada,
a mi nada ven luego señor;
y convierte las sombras en luces
y mi pecho en Alcazar de dios.
Ven, cordero de dulces baladas,
ven alivia mi grande aflicción:
ven herido en el mundo y mis
penas
se disipan oyendo tu vos.
¡Bienvenido mana de los cielos!
blanco lirio del valle de Hebrón
aquí tienes un alma que gime
de placer al oír tu perdón.
Soy mendigo que busca en la noche
de su larga ceguera de horror,
una luz que me lleve seguro
a los altos confines de Sión.
Ven pastor adorable, ven tu;
ni un momento me dejes, no, no;
ven y manda que esta alma te
adore
porque tuyo es su afecto y su
amor.
Ven cordero blanquísimo luego,
porque mi alma se muere de amor;
ven, te dice, mi esposo querido;
ven, y juntos iremos los dos.
De rodillas cantemos el triunfo
y la gloria del dios del amor,
que bajo por salvar a los hombres
hasta el pecho del mas pecador ■