IV Domingo de Pascua (C)


A largo de los siglos, los comentarios al discurso del Buen Pastor se ha enfocado sobre todo en los pastores (de la Iglesia) y habitualmente las reflexiones van encaminadas a reforzar su autoridad, a exaltar su papel o a promover vocaciones, lo cual –todo- está muy bien, sin embargo lo importante no son los pastores, sino el Pastor. La primitiva confesión de fe nos presenta a Jesús como el nuevo David, aquel joven que pasó de estar al frente de su ganado a estar al frente de su pueblo. Las [entrañables] palabras del Papa Benedicto XVI en el texto de su renuncia a la sede apostólica tienen un especial significado éste día: «confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo».

Atribuir a Jesús el título de pastor es similar a designarle como maestro o como rey. El papel de estas tres figuras es caminar delante abriendo camino. El maestro va simbólicamente el primero, seguido de los discípulos; el rey va al frente de su pueblo y el pastor camina delante de su ganado. Ninguno de ellos va detrás para que no se pierda o escape nadie. Tienen la tarea de ser la punta de flecha. Los tres deben guiar a quienes les siguen hacia la liberación. Es como un nuevo éxodo.

De Cristo pastor se nos dice que ama a sus ovejas a las que ha comprado con su propia sangre[1], que las guía, que las busca si se pierden, que las defiende con su vida, que ellas lo reconocen, que la autoridad que manifiesta sobre ellas está fundada en su entrega y su amor, ¿qué puede significar pues para nosotros hoy la figura de Cristo pastor?

Nuestro seguir a Cristo pastor nos da un sentido global de la vida y el mundo. Sabemos de quién nos hemos fiado y adónde vamos. En Él se fundamentan nuestra esperanza y nuestra serenidad. En una sociedad que sólo da visiones fragmentadas de la realidad, que no sabe cómo encontrar los valores morales fijos y que todo lo convierte en instrumento (incluso al hombre mismo), la figura del Maestro nos marca la dirección. Jesús one way, Jesús es el único camino, la dirección obligada.

Tener experiencia interior de Jesús como pastor nos lleva a reconocer la voz del Maestro dondequiera que resuene. Siguiendo su consejo, hemos de estar atentos como las serpientes, y volando como palomas con una libertad transparente y solidaria[2]; hoy es un buen día para hacernos preguntas: ¿En qué medida sirve Jesús de orientación a mi vida? ¿Me siento parte de la Iglesia? ¿He pensado y valorado lo que la fe aporta a mi vida?

La Eucaristía que celebramos este medio día es un encuentro gozoso con Cristo Pastor –Palabra, Cuerpo y Sangre: el mejor alimento que nos ofrece- y este encuentro nos debe dar la fuerza necesaria para que a lo largo de la semana sigamos su camino y hagamos algo para que también a otros llegue la Buena Noticia y la esperanza de la fe ■


[1] Hch 20, 28
[2] Cfr Mt 10, 16. 

Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


Powered By Blogger