Solemnidad de la Santisima Trinidad

Es muy común que los católicos veamos el misterio de la Trinidad suele ser visto por la generalidad de los cristianos como una especie de crucigrama sin solución o quizá como una formulación catequética abstracta, lejana e inoperante que brilla allá donde viven las estrellas y es así que la colocamos entre las verdades que quizá nos hacen pensar pero que no tienen nada que ver con la vida concreta de cada unió, con el día a día. ¿Cambiaría en algo nuestra vida de fe si nunca hubiésemos oído hablar de la Trinidad?

Dios se presenta al hombre y éste lo entiende como un misterio inefable, como una experiencia no definible pero al mismo tiempo fascinante, e inabarcable como el mar o el firmamento. No se trata del primer motor inmóvil que hace funcionar todo lo que existe[1]. No es el dios de los filósofos o el de los sabios sino el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, que se hizo presente dentro de la historia humana en la persona de Jesús. Dios no es tanto una verdad de las que hacen pensar como una verdad que hace vivir. Sólo se puede hablar de amor desde la experiencia.

Así, Dios se muestra al creyente cristiano como un horizonte en su vida, como Alguien que entró en la historia en Jesús de Nazaret y que anima nuestro caminar por el Espíritu. Además, la Santísima Trinidad además de poner ante nuestros ojos el misterio de Dios nos lo revela dándonos unas pautas de vida y unos valores muy concretos. No es por tanto una realidad que no afecte a nuestra existencia. La Santísima Trinidad es sabiduría, es saber vivir, recibir el sentido de la vida. Si la contemplamos éste domingo no es para rompernos la cabeza sino para salir de nuestros egoísmos.

El Dios de Jesús se presenta a sí mismo como amor, es decir, como relación, comunicación, plenitud de vida y por tanto como felicidad. El hombre creado a su imagen y semejanza deberá tender también a este tipo de existencia, por lo tanto celebrar a la Santísima Trinidad con la liturgia de la Iglesia es alegrarse en común por existir con los otros y con el Otro. En otras palabras: el hombre lo único que puede hacer solo es morir. Todo lo demás lo hace en comunidad. Robinson Crusoe es imposible[2]. No hay verdadero yo sin nosotros. No es posible la persona sin otras personas, por eso no es bueno que el hombre esté solo[3]. El pluralismo no es algo tolerable: es necesario. Repetidamente aluden los sociólogos a la escasa y superficial comunicación personal que se da en una sociedad que posee más medios de comunicación que nunca. Se comunican noticias pero no personas o realidades personales. Para nadie es una sorpresa si afirmamos que el hombre actual está cada vez más solo. Los sociólogos nos dicen que es producto de una sociedad industrial, urbana y capitalista, en la que el individualismo es pieza o consecuencia esencial, pero no parece que los evidentes progresos materiales estén produciendo un hombre más humano y más feliz. En este contexto la auténtica comunidad parece imposible.

La Santísima Trinidad no es sólo lo que Dios es para sí mismo, sino lo que ha querido ser para nosotros, es decir, una comunidad, por lo tanto construir comunidad y convivir con los demás –de manera especial y frecuente en la comunidad parroquial- es una tarea que ennoblece, que ayuda, y nunca se termina: la comunidad que comienza aquí en la tierra tendrá su alegre plenitud en el cielo ■



[1] El libro central donde Aristóteles habla de él es Metafísica XII, paradigma central de la cultura occidental, pues, después este mismo pasaje será reinterpretado por buena parte de la filosofía occidental (desde Santo Tomás de Aquino hasta Kant, desde San Alberto Magno hasta Hegel). Así, el Primer motor funge como el orden último de la cosmología aristotélica. Él mueve directamente a los astros del primer cielo, éstos tratan de imitarlo dando vueltas en círculo. El círculo responde al acto más perfecto según la ideología griega, pues no tiene comienzo ni fin, es continúo. Además Aristóteles define al Primer Motor como "gnoesis gnoeseos" (conocimiento de conocimiento), así el Primer Motor vuelve sobre sí, conociendo sólo lo más perfecto: él mismo, y esto responde al porqué de la estructura esférica del universo según Aristóteles. [Se deben reparar éstas consideraciones, puesto que aún no se ha convenido que el libro XII (Libro L) de la Metafísica sea un libro original de Aristóteles]
[2] Robinson Crusoe es la obra más famosa de Daniel Defoe, publicada en 1719 y considerada la primera novela inglesa. Es una autobiografía ficticia del protagonista, un náufrago inglés, que pasa veintiocho años en una remota isla tropical. La historia tuvo como inspiración unos hechos reales ocurridos a Pedro Serrano y Alexander Selkirk.
[3] Cfr Gen 2, 18. 

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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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