Los fariseos quieren que los demás sean perfectos,
lo exigen.
No saben hablar de otra cosa.
Pero Yo soy menos exigente, dice Dios.
Porque Yo sé bien lo que es la perfección
y no exijo tanto a los hombres.
Precisamente porque Yo soy perfecto
y no hay en Mí más que perfección,
no soy tan difícil como los fariseos.
Soy menos exigente.
Soy el Santo de los santos
y sé lo que es ser santo, lo que cuesta, lo que vale.
Son los fariseos los que quieren la perfección.
Pero para los demás.
Encuentran siempre indignos a los demás,
encuentran indigno a todo el mundo.
Pero Yo, dice Dios, soy menos difícil,
y encuentro que un buen cristiano,
un buen pecador de la común especie
es digno de ser mi hijo
y de reclinar su cabeza sobre mi hombro ■ Charles Péguy
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