¡Señor! Como una lámpara votiva,
que humildemente ante tu cruz ardiera,
el recogido corazón quisiera
tener su llama vigilante y viva.
Y el alma, estremecida sensitiva,
depuesta toda su altivez roquera,
quisiera ser, Señor, tu prisionera
y ante esa Cruz perseverar cautiva.
Si quiere el corazón, si el alma quiere
así rendirse a quien por ella muere,
¿qué falta, pobre corazón mendigo?
¡Deja esa cruz, mismisimo Cordero!
¡Deja esa cruz, mismisimo Cordero!
¡Quede el alma prendida en el madero,
y seas Tú de su pasión testigo! Amen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario