Solemnidad de La Ascencion del Señor

Con frecuencia el cristiano se queja de la soledad. O es la mujer que ha quedado viuda, o el anciano que tiene que ir a vivir a una casa de descanso, o el estudiante que llega a una nueva ciudad y no conoce a nadie o la madre de ésos hijos que han ido a la universidad. No sé estar solo, suele decirse con facilidad[1].

La mañana de la Ascensión, en aquel monte en Galilea, los apóstoles también se quedaron solos, aparentemente el Maestro se iba, y había una gran tarea que llevar a cabo. Ciertamente Jesús había dicho –y ellos creían firmemente en Su palabra- que estaría con ellos hasta el fin del mundo[2], pero la realidad era que ya no lo veían con los ojos del cuerpo; y cierta sensación de soledad y desamparo empezaba a invadirles el alma.

Igual que aquella sensación de los apóstoles no era realmente verdadera, la aparente soledad con la que nos topamos los cristianos en nuestra vida no es mala, ni destructiva, ni mucho menos triste, y esto por la simple y sencilla razón de que Jesús nunca se fue del todo.

La verdad es que Cristo se quedó verdadera y realmente con nosotros hasta la consumación de los siglos. Así lo había prometido, así lo cumplió. Esto no es sólo una frase, en la realidad, si no estuviera realmente presente….nada tendríamos qué hacer hoy aquí[3].

La conclusión de todo esto es simple y fácil de comprender: no tiene mucho sentido lamentarse de estar solo o de vivir en soledad, cuando Jesucristo está junto a nosotros todo el tiempo. Y en el caso de vivir solo, de no tener una familia al lado, o un grupo de amigos… los cristianos podemos y debemos convertir la soledad en una fecunda soledad, el encuentro diario y personal con Jesús en el silencio de nuestro corazón.

Ésa soledad –el aislarnos por unos minutos del mundo, de las cosas creadas, de las relaciones interpersonales- para encontrarnos con nuestro Creador debe ser real y profunda y constante. Ésa es la soledad que nos hace fecundos y útiles y a Dios y a los demás.

El próximo Domingo celebraremos la alegre fiesta de Pentecostés; estos días son, por tanto, para invocar muchas veces al Espíritu de Dios:

Ven Espíritu creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia los corazones
que Tú mismo has creado.

Enciende con tu luz nuestros sentidos,
infunde tu amor en nuestros corazones
y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra frágil carne
[4].

Para pedir que venga sobre el Papa, los obispos, los sacerdotes, las personas consagradas. Sobre cada uno de los laicos. Sobre todos los que formamos la Iglesia. que no sentamos nunca la soledad, o mejor dicho, que la única soledad que experimentemos sea la del encuentro diario con Jesucristo Sacramentado.

[1] La Arquidiócesis de San Antonio se une a la mayor parte de las diócesis norteamericanas para celebrar en el domingo correspondiente al VII de Pascua, la Solemnidad de la Asunción del Señor.
[2] Mt 28, 20.
[3] Cfr 1 Co 15, 14.
[4] El Veni Creator Spiritus es un texto que invoca la presencia del Espíritu Santo. Fue escrito y es rezado o cantado en latín. Se utiliza en la liturgia católica al comienzo de solemnes actos académicos en las universidades. Esto es un vestigio del origen eclesiástico de la institución. El texto procede del siglo IX y se suele atribuir a Rábano Mauro. Ha sido musicado para el canto gregoriano.


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Y entonces uno se queda con la Iglesia, que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos. La Iglesia, sin partecitas.

laus deo virginique matris


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