Qué sentido
damos a nuestros días? Más concretamente, ¿qué sentido damos a los días de
fatiga y dolor? Esta es una pregunta que atraviesa la historia, más aún, el
corazón de cada generación y de cada ser humano. Pero hay una respuesta a este
interrogante: se encuentra escrita en el rostro de un Niño que hace dos mil
años nació en Belén y que hoy es el Viviente, resucitado para siempre de la
muerte. En el tejido de la humanidad, desgarrado por tantas injusticias,
maldades y violencias, irrumpe de manera sorprendente la novedad gozosa y
liberadora de Cristo Salvador, que en el misterio de su encarnación y
nacimiento nos permite contemplar la bondad y ternura de Dios. El Dios eterno
ha entrado en nuestra historia y está presente de modo único en la persona de
Jesús, su Hijo hecho hombre, nuestro Salvador, venido a la tierra para renovar
radicalmente la humanidad y liberarla del pecado y de la muerte, para elevar al
hombre a la dignidad de hijo de Dios ■ Benedicto XVI, en las Vísperas de Santa María y el
rezo del Te Deum en la Basílica de San Pedro, en Roma.