Como yo”, les dijo, “os habéis tardado en llegar: los pastores ya estaban
aquí y se unieron al coro de los ángeles, cuando vosotros aún no os poníais en
camino. Por vosotros fue alterado el orden primitivo del firmamento y una nueva
luz resplandeció desafiante entre las desconcertadas estrellas.
“Con cuánto trabajo llegasteis, observando los cielos y haciendo cálculos,
en tanto que los pastores, descalzos, vinieron corriendo. ¡Qué curiosos os
veríais por el camino, rodeados de tantos sirvientes ataviados con tan extrañas
libreas y cargados con tan absurdos regalos!
“Por fin alcanzasteis la última etapa de vuestra peregrinación y la gran
estrella se mantuvo quieta arriba de vosotros. Y, entonces, ¿qué hicisteis? Os
detuvisteis a saludar al rey Herodes. ¡Mortal intercambio de cumplidos que
diera principio a la inacabable guerra de las turbas y los magistrados en
contra de los inocentes!
“A vuestra llegada a Belén no fuisteis despedidos y hubo un sitio para
vosotros en el pesebre pues, en este nuevo orden de caridad que apenas nacía,
no erais menos- a los ojos de la Sagrada Familia- que el asno y el buey. No se
necesitaba de vuestros regalos, pero fueron aceptados y guardados
cuidadosamente por que habían sido traídos con amor”
“Sois mis especiales patronos”, dijo Elena, “y patronos de todos los que
llegan tarde, de los que tienen que hacer un tedioso viaje para dar con la
verdad, de todos los que están confundidos de tanto conocer y tanto especular,
de todos los que, por cortesía, se hacen cómplices, de todos los que peligran
en razón de su propio talento.
“Queridos parientes, rogad por mí”, dijo Elena, “y por mi pobre hijo,
abrumado de preocupaciones; que él también encuentre, antes del final, un
rincón en la paja donde pueda arrodillarse. Rogad por los grandes, para que no
perezcan por completo, y rogad por Lactancio y Marcias y por los jóvenes poetas
de Tréveris y por las almas de mis rústicos e ignorantes ancestros; por Ulises
su astuto adversario, y por el gran Longinos.
“Por amor de Aquel que no despreció vuestros curiosos regalos, rogad
siempre por los doctos, los tortuosos, los refinados. Porque no sean del todo
olvidados ante el trono de Dios, cuando los pobres de espíritu lleguen a su
reino”.